sábado, 2 de marzo de 2013

Tercera conferencia

La mediatización de la cultura alfabética en Colombia

Habría que insistir en que no existe, hablando con propiedad, una cultura moderna, sino que lo que llamamos tales sólo el proceso de modernización de las tradiciones alfabética y oral-icónica. En la pasada lección habíamos tratado de presentar el primer paso de esa modernización alfabética consistente en la institucionalización, insistiendo en que, en este terreno, lo que se intenta modernizar es la sustancia del contenido en cuanto nuevos conocimientos, nuevos valores, en general nuevas ideas, pero no las formas de la cultura.

En esta lección se intenta mostrar el segundo proceso de modernización de la cultura alfabética, consistente justamente en la tecnificación, la cual, en el caso de la cultura la llamamos mediatización,que en términos comunicativos no es otra cosa que la modernización de las sustancias expresivas, es decir, de los recursos materiales de producción, reproducción y circulación de la misma. Estos son los medios que permiten una masificación de tal cultura por fuera de la escuela, para consumir en forma voluntaria y, por consiguiente, destinada más fácilmente al mercado a través de la industria editorial.

La mediatización de la cultura alfabética tiene que ver con la imprenta. El inicio de la imprenta lo podemos situar en la invención realizada por Gutenberg hacia 1455, aunque fue en 1457 cuando se publicó el primer libro impreso que llevaba un pie de imprenta: el Salterio de Mainz.

Pero la cultura alfabética no empezó a instalarse en lo que hoy es Colombia a través de la imprenta, la cual llegaría a la Nueva Granada exactamente 200 años después de fundada la capital y 200 años después de llegar a Nueva España. Los hitos son, a grandes rasgos, los siguientes: la ley, la Biblia, la gramática, la imprenta, el periodismo, la literatura nacional y las publicaciones académicas.

La ley y las órdenes reales de toda índole no fueron los primeros usos de la imprenta en España ni en la Nueva Granada. Éstas fueron manuscritas prácticamente hasta el final del reinado de Felipe II, quien realizó un gran esfuerzo por organizar administrativamente el Reino a través de los registros escritos pero no impresos. Así que la introducción de la ley escrita pertenece más al ámbito de la institucionalización como lengua oficial escrita, que de la mediatización de la cultura alfabética como reproducción técnica.

En cambio los demás medios de implantación sí son producto de la imprenta aunque no se hayan impreso en la Nueva Granada.De la Biblia podemos decir que entre 1598 y 1799 no llegó ninguna edición completa de la Biblia a esta ciudad y por supuesto tampoco en español. Sólo en 1844 existe una edición que, por no tener pie de imprenta, se presume impresa en Colombia.

Lo que tenemos es entonces una muy restringida circulación de la Biblia, pues las que están en manos de los jesuitas, en latín, son para uso de los sabios y las que se editan apenas en el siglo XIX son versiones de segunda mano. Aun así, hubo que esperar más de 300 años para tener una edición nacional de alguna versión de la Biblia. Las que se difundieron antes fueron versiones empobrecidas del discurso religioso, no para informar sino sólo para inculcar la cultura católica a través de los Catecismos.

En cuanto la gramática, es por lo menos inusual que haya tanta preocupación por esta disciplina y cierto nacionalismo lingüístico cuando en realidad no existía un conflicto de esta naturaleza, y si lo había, no era con el castellano sino con el latín. En efecto, la lengua nacional tanto para peninsulares como para los americanos era el castellano, el cual era reivindicado, entre otros, por ejemplo por Jovellanos como lengua que debería ser a la vez cotidiana y académica (en vez del latín) para que los españoles entraran en el circuito ilustrado junto con los franceses e ingleses.

Lo cierto es que el conflicto lingüístico viene a aparecer después de la independencia y especialmente después de 1850. En total, entre 1830 y 1893 se registra la publicación de 20 obras, impresas en Bogotá, que se pueden considerar gramáticas, tanto por lo que dice expresamente su título, como por lo que contienen. De ellas, solamente cinco se imprimen antes de 1850.La razón parece ser la decantación entre el proyecto nacional hispanizante de los conservadores y el proyecto liberal radical. Entonces la lengua no pretendía afirmarse frente al latín sino frente a las lenguas liberales, francés e inglés.

La primera imprenta fue traída por los jesuitas en 1737 (Cacua, 1968, p. 23).La primera publicación impresa fue, como es de esperarse, un libro religioso, el Septenario al Corazón Doloroso de María Santísima [] con pie de imprenta en Bogotá, en la imprenta de la Compañía de Jesús en 1738; y en el mismo año, la Novena del Corazón de Jesús (Cacua, 1968, pp. 25-26). Hasta 1741, cuando es negado el permiso de imprimir a la Compañía, se han sacado ocho novenas y libros devocionales. Sólo después de su reimplantación hacia 1780 la imprenta cumple una función más pública: el periodismo.

El periodismo prácticamente fue la principal fuente de divulgación de cultura alfabética desde fines del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX. Para valorar la importancia que tuvieron los periódicos en el siglo XIX, miremos la observación de un historiador de la educación:

[…] la tenencia de libros en muchos de los hogares de mediados y fines del siglo XIX y aun a mediados del siglo XX, se circunscribían al libro de la misa, el evangelio, el catecismo y textos sobre moral y buenas maneras […] De allí que la literatura y las ideas de modernidad leídas por la infancia y la gran mayoría de los adultos, se recepcionó (sic) especialmente a través de los textos de lectura (escolares), constituyéndose en los únicos alternos a los libros de carácter estrictamente religioso, excepción de los periódicos a los que tenían (sic) acceso sólo la élite intelectual (Cardoso, 2001, p. 136).

El periódico fue el único medio para mantener el ‘débil hilo’ de la tradición alfabética en un siglo en el que prácticamente no hubo libros ni universidad, siendo periódico libro y maestro a la vez.

Para corroborar lo dicho, se puede hacer una comparación con los libros de literatura. Aunque sólo el tres por ciento, aproximadamente, de los periódicos surgidos en el período republicano del siglo XIX supera la barrera de un año de existencia –en total, 18 de los más de 500 registrados-, de ellos, seis se acercan o superan los 10 años y tres más bordean los cinco años. El resto se pueden considerar efímeros. Pero en cuanto a los libros, en total tenemos, en el siglo XIX, 65 sucesos literarios en 66 años (1844-1900), uno por año, lo cual nos muestra una gran precariedad del mercado literario.

En el siglo XX, entre 1901 y 1967, cuando supuestamente se inicia la producción de novelas nacionales, la producción total alcanza los 318 títulos, menos de cinco por año. De todas formas, sigue siendoun mercado no tan plausible con respecto del tamaño del país y la población y sobre todo en un país que ya tiene universidades.

Las revista académicasno son principalmente originadas en las universidades sino como proyectos de las Academias (de Historia, Ciencias Exactas, etc.). Solamente tres revistas universitarias aparecen antes de 1950: El Rosario, 1905, Universidad de Antioquia, 1935, y Universidad Nacional, 1944. Las nuevas publicaciones rigurosamente académicas, en el sentido de disciplinares, fueron apareciendo lentamente y desapareciendo también después de 1951, junto con las revistas comerciales especializadas por ejemplo en Economía, Publicidad, etc., lo que habla de un proceso de modernización incipiente en el sentido de mercado.

Bibliografía


Cacua Prada, Antonio (1968). Historia del periodismo colombiano. Bogotá: s/i, 1968.
Cardoso, Néstor (2001). “Los textos de lectura en Colombia. Aproximación histórica e ideológica. 1872-1917”. En: Revista Educación y Pedagogía, vol XIII, nº 29-30. Medellín, Universidad de Antioquia. pp. 131-142.
Deas, Malcom (1993). Del poder y la gramática. Bogotá: Tercer Mundo.
Escolar, Hipólito (1998). Historia del libro español. Madrid: Gredos.
Espejo Cala, Carmen (1998). Historia de la comunicación escrita (de la prehistoria a la irrupción de la imprenta). Sevilla: MAD.
Espejo Cala, Carmen (Edit.) (1996). Escritura y comunicación social. Sevilla: Alfar.
Espejo Cala, Carmen (Edit.) (2000). Propaganda impresa y construcción del Estado. Sevilla: Alfar.
Febvre, Lucien y Martin, Henri-Jean (2005). La aparición del libro. México: fce.
Fernández, José (1994). Historia de la bibliografía en España. Madrid: Compañía Literaria.
Higuera, Tarcisio (1970). La imprenta en Colombia.Bogotá: Inalpro.
Martin, Henri-Jean (1992). “La imprenta”. En: Willimas, Raymond (Ed.). Historia de la comunicación. Barcelona: Bosh. Vol. 2. pp. 9-61.
Pineda-Botero, Álvaro (1996). Del mito a la post-modernidad.La novela colombiana de finales del siglo XX. Bogotá: Tercer mundo.
República de Colombia (2003). Biblioteca Nacional de Colombia, Catálogo.
Silva, Renán (2004). Prensa y revolución a finales del siglo XVIII.Contribución a un análisis de la ideología de la independencia nacional. La Carreta editores.
Vallejo Mejía, Maryluz (2006). A plomo herido. Una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Bogotá: Planeta.
Vera, Guillermo (2001). “El editor y las colaboraciones. Un acercamiento a las relaciones entre los lectores y el Papel Periódico de Santafé en 1791”.En: Signo y Pensamiento nº 39. Bogotá: PUJ. pp. 24-34.
Willimas, Raymond L. (1991). Novela y poder en Colombia 1844-1987. Bogotá: Tercer mundo.
Zambrano, M. (2000). “La impronta de la ley: escritura y poder en la cultura colonial”. En: Memorias hegemónicas, memorias disidentes: el pasado como política de la historia. Bogotá: Icanh.