La formación del mercado cultural en Colombia
Ancízar Narváez Montoya
En las lecciones anteriores hemos tratado de
mostrar el proceso de modernización cultural en Colombia en dos sentidos: la
institucionalización y la mediatización en el caso de la cultura alfabética; y
en el caso de la cultura oral-icónica, especialmente a través de la
mediatización y la masificación.
También habíamos dicho desde la primera
lección que una parte de la modernización incluía un cierto grado de
organización empresarial de la cultura, lo cual implica un mercado. Todos estos
procesos parecerían dirigidos a la conformación de dicho mercado en términos de
oferta y demanda. Aunque también hemos visto que la tradición icónica ha tenido
otra vía de modernización a través de la estetización que la ha llevado a
convertirse en arte, la modernización que nos interesa para efectos de la
formación del mercado cultural es la que se da por la vía de la industrialización,
es decir, la mediatización. En todo caso, lo que nos importa es el proceso de
mercantilización tanto de la infraestructura como de la producción, que es lo
característico del capitalismo cultural.
Algunas
consideraciones sobre el mercado cultural
La primera característica de la sociedad
moderna es la masificación, es decir, un cierto grado de homogeneización
cultural que es además la base del mercado cultural. Cuando se habla de
Estado-nación, se habla, además del territorio y del tipo de Estado, de los
recursos naturales, de la moneda y de la población y sus características
culturales. Pero desde el punto de vista económico, el territorio y la
población son en realidad un mercado, o sea un destino preestablecido para los
productos de la industria, en este caso, de la industria cultural. A esto se le
llama mercado interno o mercado nacional. La formación de este mercado interno
es un proceso concomitante o concurrente con la formación del Estado-nación.
Un mercado está constituido pues, en primer
lugar, por un número determinado de individuos que son potenciales
consumidores. Por eso, el primer cálculo que hace un inversionista, y aquí es
donde demuestran claridad en el concepto de mercado, tiene que ver con la
población del país o el tamaño de la nación. Por eso, los países más poblados
del mundo suelen ser, al mismo tiempo, destinatarios de importantes inversiones
nacionales y extranjeras, pues se considera, por ejemplo, que China es un
mercado potencial de 1200 millones de consumidores; la India, uno de 1.100
millones.
En América Latina, Brasil es el primer mercado
con unos 200 millones de habitantes y México el segundo con 110 millones; por
eso, estos dos países concentran más del 70% de la inversión extranjera directa
que llega a la región, con 34 mil millones y 21 mil millones de dólares respectivamente
en 2010 (Zibechi, 2012).
Pero no basta con que haya una gran masa de
población para que haya un verdadero mercado, sino que se necesita, además, que
esa población tenga alguna capacidad de compra o poder adquisitivo. Y la
capacidad de compra en el mundo capitalista, implica dos transformaciones en la
economía:
Por un lado, para hacer parte del mercado los
individuos deben incorporarse a la producción mercantil y a la economía
monetaria, o sea recibir ingresos en dinero, ya sea por sus producciones
privadas y particulares (por ejemplo, los campesinos deben producir para vender
y no sólo para la autosubsistencia), o por la venta de la fuerza de trabajo
(como salario), o por las rentas obtenidas de una inversión (como ganancia). En
todo caso, hay que recibir ingresos monetarios, sean pocos o elevados, para
hacer parte del mercado, es decir, del interés de los productores.
Por otro lado, la capacidad de compra se mide
por el nivel de ingresos calculado en términos per cápita. Es decir, un mercado
no es más importante porque haya más gente, ni porque la mayoría esté en la
economía de mercado, sino por la cantidad de ingreso disponible con que cuenta
cada individuo. Así, países menos poblados pero con ingresos más altos, son
mercados más atractivos que países más poblados pero más pobres. Por ejemplo,
en términos de población, Colombia tiene 46 millones de habitantes y Chile
apenas unos 15 millones, lo cual hablaría de Colombia como un mercado tres
veces más grande que el de Chile y, por tanto, más atractivo. Pero mientras en
Colombia el ingreso per cápita es de unos 6000 dólares por año, en Chile es de
más de 14000 dólares. En tal caso, Colombia es un mercado apenas un poco más
grande que el de Chile (288 mil millones de dólares anuales mientras que el de
Chile es de 212 mil millones), siendo Chile apenas la tercera parte de Colombia
en cuanto a población[1].
Una vez establecida la naturaleza y la manera
como se estructura el mercado interno, ¿qué es entonces el mercado cultural?
El mercado cultural requiere, además de una
masa de individuos con su respectiva capacidad de compra, individuos con
diferentes competencias culturales. Podemos definir arriesgadamente las
competencias como la capacidad y la disposición de determinado individuo o
grupo para consumir ciertos bienes y servicios culturales. Dichas competencias
se manifiestan en tres atributos de los consumidores: conocimientos, gustos y
necesidades derivadas de los dos anteriores.
Los conocimientos se refieren a la información
y la capacidad de juicio crítico para reconocer o no la calidad de un producto
dentro de una tradición cultural. El gusto sería la capacidad de juicio
valorativo para distinguir la belleza y la calidad estética, ya no por razones
de información sino por la identificación espontánea del producto con las
previsiones del consumidor[2], las cuales están
configuradas por el hábitus, entendido, según Bourdieu, como “[...] un sistema
socialmente constituido de disposiciones estructuradas y estructurantes,
adquirido mediante la práctica y siempre orientado hacia funciones prácticas”
(Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 83). Finalmente, las necesidades nacen del hecho
de buscar alternativas de consumo debido a que se tienen conocimientos y gustos
variados. Cuando el consumidor tiene más competencias, busca y le exige a la
industria en vez de conformarse con lo que ella le ofrece. “Puede, en efecto,
existir un gusto sin bienes (tomando gusto en el sentido de principio de
clasamiento [cassement], de principio de división, de capacidad de distinción)
y bienes sin gusto” (Bourdieu, 2000, p. 161). Claramente, aquí se alude al
gusto del consumidor, por lo que este es, en última instancia, el que viene a
determinar la variedad y la extensión del mercado y, por tanto, la oferta
posible y efectiva de bienes culturales.
De acuerdo con Bourdieu, sólo hay dos tipos de
competencias por su origen, es decir, por la forma como los individuos llegan a
ellas (Bourdieu, 1999a, pp. 73 y ss). Las competencias son, en primer lugar,
heredadas. Se les llama así a las que se adquieren preferentemente en la
familia y en el grupo primario, y que tienen que ver, no con accesorios
externos a las personas, sino con la cultura que los padres poseen y transmiten
a sus hijos, no como programa formal, sino como experiencia espontánea de vida
cotidiana.
La segunda vía de acceso a las competencias de
la cultura culta es entonces por adquisición, específicamente a través de la
escuela. En efecto, en las sociedades de masas, no estratificadas, se supone
que el sistema escolar formal está hecho para subsanar las desigualdades
individuales que nacen de los desequilibrios entre las familias en cuanto al
acumulado que cada una posee de cultura culta. Estas son pues las dos
instituciones enculturizadoras principales en cuanto se refiere a cultura
letrada en las sociedades modernas, pues son las que forman el gusto y guían el
conocimiento desde la infancia.
La situación del sujeto consumidor entonces se
puede representar dentro de cuatro posibilidades esquematizadas así, de acuerdo
con el origen de sus competencias cultas (Esquema 1):
Esquema 1. Origen de las competencias
culturales
Heredadas
|
Adquiridas
|
+
|
+
|
+
|
–
|
–
|
+
|
–
|
–
|
¿Cuáles son las posibilidades de un mercado
cultural? Lo que hace entonces la diferencia y la variedad del mercado cultural
es la extensión de la franja de sujetos culturales situados dentro del caso
tres, es decir, la cantidad de sujetos que, sin tener competencias heredadas,
se puedan incorporar al consumo de la letrada culta gracias a las competencias
adquiridas en el sistema escolar. Si este sector es amplio entonces el mercado
será variado (entre lo popular-masivo y lo culto); la razón para que esto ocurra
no es sólo económica y de competencias, sino social:
El efecto de la elevación del nivel de
instrucción se ejerce [...] por medio de lo que denomino el efecto de
asignación estatutaria [...], que determina a los poseedores de un determinado
título escolar, que funciona como un título nobiliario, a realizar las
prácticas –ir a museos, comprar un tocadiscos, leer Le Monde- que se hallan
insertas en su definición social –podría decirse: en su ‘esencia social’ (Bourdieu,
2000, p. 69).
Si este sector es pequeño y la formación que
recibe es de bajo contenido letrado, entonces el mercado será homogéneo,
monótono, puesto que sólo se encontrarán productos masivos.
Si la televisión, como producción y como
programación, no es el gran negocio, el cual se haya mejor remunerado en la
circulación a través de la infraestructura de telecomunicaciones, entonces,
¿cuál es la razón para que haya tanto interés en acceder a frecuencias, a
nuevos canales, etc.?
La explicación puede estar en el hecho de que
es el medio con mayor audiencia en el país y por tanto en el que mejor se
pueden legitimar los distintos relatos de la nación. Según el Estudio General
de Medios (Egm-II 2010) las audiencias en Colombia se distribuyen como sigue
(tabla 1):
Tabla 1. Medios y audiencias en Colombia[3]
Medio
|
Audiencia
(Egm-2010-ii)
|
Televisión
|
94.7
|
Radio
|
64.7
|
Revistas
independientes
|
42.8
|
Prensa
|
33.3
|
Internet
|
35.9
|
Revistas
prensa
|
21.0
|
Cine
|
5.9
|
Fuente: Cntv (2010b), Acim,
Egm
Aquí se presenta la primera muestra cultural
protuberante de las características de la nación. Consiste en que el consumo de
medios es descendente en la medida en que los medios son más alfabéticos, o en
la medida en que exigen erogaciones económicas inmediatas.
Si la televisión es el medio nacional por
excelencia, el que fija la agenda y el que reúne las características culturales
más populares (oralidad, iconicidad y narrativa), no tiene nada de extraño que
sea el medio por excelencia de una sociedad poco alfabetizada (tevecéntrica en
vez de diariocéntrica). Así mismo, la radio, además de las características
narrativas orales, tiene una característica adicional que viene con la oralidad
y es que en ella se logran identificar las hablas regionales.
Pero ¿qué decir del consumo de las revistas
independientes? Empecemos por el ranking de las mismas (tabla 2). Según esta
clasificación, hay que hacer primero que todo un poco de justicia con Semana,
pues aunque la medición se hace por edición, no es lo mismo una edición semanal
que una quincenal o mensual. Para equiparar la lecturabilidad tendríamos que
ponerlas a todas en el mismo lapso de tiempo. Esto significa que en realidad
quincenalmente esta revista tendría 2 millones 36 mil lectores y por tanto
sería la primera revista del país, como efectivamente lo es.
Ahora bien; hecha esta salvedad, busquemos los
factores culturales. Aunque parezca sorprendente que un medio supuestamente
alfabético como las revistas tengan más audiencia que los periódicos e Internet,
se puede aventurar una hipótesis: vistas las primeras diez revistas del
ranking, estas no son en rigor alfabéticas, sino icónicas, no son analíticas
sino narrativas y en general no requieren competencias alfabéticas para ser
consumidas.
Tabla 2: Colombia. Revistas independientes
según lecturabilidad
Revista
|
Lecturabilidad
(miles)
|
TV
y Novelas (Q)
|
1265,9
|
Soho
(M)
|
1130,9
|
Revista
Semana (S)
|
1018,6
|
15
Minutos (M)
|
912,0
|
Cromos
(Q)
|
805,0
|
Caras
(Q)
|
693,7
|
Revista
Coomeva (B)
|
525,9
|
Vanidades
(Q)
|
515,7
|
Tu
(M)
|
448,9
|
National
Geographic en Español
|
447,5
|
Fuente: EGM, 2010
Tal vez lo más problemático sea confrontar tal
hipótesis con el caso de Semana. Sin embargo, en tanto los principales
personajes mediáticos, por su condición de poderosos y exitosos, son los
gobernantes y los políticos, esta revista lo que hace es prolongar el
protagonismo de los mismos personajes en un documento menos efímero. Es decir, quien
ve televisión y escucha la radio sabe de qué está hablando Semana. Es una
prolongación de la cultura mediática en un medio impreso.
El caso de Coomeva sugiere una revista
especializada, para afiliados, que no se vende en el mercado, de circulación restringida,
con una baja frecuencia en comparación con las demás y, por tanto, no
comparable en ningún sentido.
En cambio las siete siguientes sí tienen una
característica en común: son ni más ni menos que revistas típicas de farándula,
es decir, en donde salen los mismos personajes que pueblan la más extendida
cultura mediática, la del entretenimiento. Por lo mismo, son demasiado
icónicas, demasiado narrativas y a veces orales. Por lo tanto, no sólo son una
prolongación de la cultura mediática de la farándula sino que en rigor ni
siquiera se necesita saber leer para consumirlas, pues la identidad entre
personajes televisivos y de revista hace al televidente absolutamente
competente para leer el relato impreso en ellas.
En cuanto a la revista National Geographic en
Español, no hay que engañarse con su origen ni con su nombre. Esta no es una
revista científica sino periodística; allí no aparecen artículos científicos
sino más bien relatos de viajes y no funge como una guía investigativa sino
casi como una guía turística. En rigor, su discurso es más icónico-narrativo
que alfabético-analítico. En consecuencia, no hay que extrañarse de su
popularidad, pues en términos de competencias exigidas es bien popular.
Más allá de las características de las
revistas independientes, su consumo está rigurosamente estratificado, pasando
del 25% en el estrato uno al 80% en el estrato seis, con una correspondencia
exacta entre estrato y consumo cuantitativo. No está claro cuáles son las
revistas que consume cada estrato.
En cuanto al consumo de prensa e internet, que
comparten más o menos la misma audiencia, una tercera parte de los usuarios, se
podría aventurar que comparten también dos características: tienen un origen
cuasi alfabético, es decir, gráfico, o sea una amalgama entre alfabetismo y
diseño y al mismo tiempo son medios de pago (por compra y por tarifación
respectivamente). Además de eso, son hoy el punto de encuentro entre la
circulación individual y en línea.
El cine, por su parte, como sustancia y como
institución, siempre ha sido minoritario, no sólo por los costos sino que ahora
con la facilidad de ver las películas en Tv o en internet, en DVD, etc., su
consumo se hace más un asunto social y de prestigio que de posibilidades
técnicas o económicas.
Ahora bien; si la oferta es predominantemente
oral-icónica, más exactamente televisiva, ¿quién tiene mayor sintonía con la
audiencia? Pues bien. Esa audiencia se distribuye como muestra la siguiente
(tabla 3). Lo que indican estas cifras literalmente es que los canales privados
nacionales están llegando a más de 14 millones de personas diariamente y City
Tv a unos cinco millones aproximadamente. Estos son los canales de tres de los
más grandes grupos económicos del país. Es decir, son de empresarios y son
empresas; son los voceros del capital. Es el capital dirigiéndose a la
sociedad.
Tabla 3: Audiencia último mes canales
nacionales, regionales y locales
Canal
|
Audiencia
|
RCN
|
89.1
|
Caracol
|
86.8
|
City TV
|
32.3
|
Señal
Colombia
|
18.1
|
Canal 1
|
16.2
|
Teleantioquia
|
15.3
|
Canal 13
(Andina)
|
15.0
|
Telecaribe
|
11.1
|
Canal
Capital
|
10.5
|
Telepacífico
|
8.4
|
Telemedellín
|
5.7
|
Canal
Institucional
|
4.2
|
TRO
|
3.8
|
Telecafé
|
3.0
|
Fuente: Cntv, 2010b. (Egm II-2010 Módulo de
Televisión II-2009 a II-2010)
¿Cuáles son las posibilidades de contrarrestar
esta visión teve-céntrica de la sociedad, y más aún, esta visión mistificadora
de los medios privados que quieren hacer aparecer intereses corporativos como
intereses comunes? Desafortunadamente el comportamiento de las audiencias no da
mucha esperanza. Si bien la audiencia de los medios públicos indica que este
medio, como lenguaje y como relato es una manera de contraponer visiones
excluyentes, las versiones de la TV no son confrontables sólo ni principalmente
desde la misma televisión sino desde otras alternativas culturales críticas.
Para eso sería necesario que el consumo de televisión fuera equiparable con
otros medios. Sin embargo, las cifras son desalentadoras (tabla 4).
Esta estratificación del consumo mediático nos
sugiere algunas ideas no por obvias menos interesantes. Aunque la televisión y
el cine parecieran hablar el mismo lenguaje (imágenes en movimiento, relatos,
sonido, música, escenografía, dramaturgia, etc.) se encuentran en los extremos
del consumo cultural. El más elitista es el cine y el más popular es la
televisión. Podríamos decir que la asistencia al cine ha dejado de ser un
consumo mediático, es decir, un consumo para informarse o divertirse y se ha
convertido en un consumo artístico y, por consiguiente, distinguido. La
distancia entre el estrato seis y el uno es de nueve a uno en cuanto a consumo y la distancia
entre los estratos altos y bajos es de siete veces.
En el otro extremo del análisis, como ya dijimos,
el consumo de televisión y radio no hace prácticamente ninguna diferencia entre
los estratos sociales.
Tabla 4: Consumo de medios por estrato social
Medio
|
Estrato 1
|
Estrato2
|
Estrato3
|
Estrato 4
|
Estrato 5
|
Estrato 6
|
Televisión
|
93
|
94
|
94
|
94
|
93
|
94
|
Radio
|
65
|
68
|
68
|
71
|
69
|
72
|
Revistas
independientes
|
26
|
37
|
47
|
62
|
75
|
80
|
Prensa
|
33
|
30
|
35
|
43
|
49
|
53
|
Internet
|
12
|
23
|
33
|
61
|
70
|
79
|
Cine
|
2
|
3
|
6
|
13
|
14
|
18
|
Fuente: Acim, 2010.
El otro medio que hace una diferencia profunda
entre estratos es Internet que se supone es el democratizador de la
comunicación mediática. Mientras que en el estrato seis se consume más internet
que radio y se acerca a la televisión, en el estrato uno la diferencia entre
consumo de televisión e internet es casi de ocho a uno. La diferencia en el
consumo de internet entre el estrato uno y el seis es de más de seis veces y
entre los estratos bajos (1 y 2) y los altos (5 y 6) agregados es mayor a
cuatro veces. Esto desde luego tiene que ver con dos características ya
mencionadas de internet: es de pago y exige competencias alfabéticas.
Y es que, en efecto, la alfabetización es el
indicador más fuerte del consumo cultural, sobre todo en Internet. Los
académicos creemos que por ser usuarios más o menos competentes de dicho medio
eso es lo que sucede en toda la sociedad. Sin embargo, las cifras son realmente
decepcionantes cuando se mira el consumo por nivel académico (Tabla 5). Esto
nos muestra que sólo las personas con formación postgradual tienen niveles de
exposición a Internet más o menos iguales a los de televisión; así mismo, los
que tienen formación universitaria se exponen a Internet casi en la misma
medida que a la radio. Es decir, sólo la élite alfabetizada tiene altenrnativas
informativas distintas a la radio y la televisión privadas, es decir,
empresariales. Y recordemos que la educación superior, sobre todo de calidad
alfabética, no es lo más extendido en Colombia.
Tabla 5.
Acceso a Internet, según grado de escolaridad
Postgrado
(Especialización, Maestría, Doctorado)
|
84%
|
Universidad
(Completa e incompleta)
|
67%
|
Técnica
(Completa e incompleta)
|
43%
|
Secundaria
(Completa e incompleta)
|
25%
|
Primaria
|
5%
|
Sin
estudios
|
2%
|
Total
|
33%
|
Algo parecido se puede decir de las revistas
independientes. En los estratos altos se consumen más que la radio y se acercan
al consumo de televisión. En el estrato uno, la diferencia entre consumo de
televisión y revistas es de casi cuatro a uno. La diferencia en el consumo de
revistas entre los estratos altos agregados y la de los bajos también agregados
es de dos veces y media a favor de los primeros. Esto se debe a que la mayoría
de las revistas, no las más vendidas, son especializadas, son alfabéticas y
tienen un precio de mercado.
En resumen, lo que preocupa de todo este
panorama es que siguen siendo los mismos alfabetizados, los de altos ingresos
los que tienen consumos culturales que les permiten contrastar los relatos de
la televisión y de la radio, que son casi la fuente exclusiva de información y
entretenimiento para los estratos más pobres.
En cuanto al negocio de la televisión, hay que
tener en cuenta que ésta es a la vez una tecnología y una narrativa, una
empresa y una institución. En consecuencia se deben distinguir tres clases de
agentes: a) los que tienen producción e infraestructura de difusión; b) los que
tienen sólo producción; y c) los que tienen sólo redes de difusión.
Como negocio, hay que tener en cuenta que los
que funcionan como tales son, formalmente, los operadores con ánimo de lucro;
pero informalmente, las televisiones locales y comunitarias son pequeños
negocios que no alcanzan a estar registrados en la Superintendencia de
Sociedades. Sin embargo, el grueso del negocio está en los primeros.
En efecto, aunque la Superintendencia de
Sociedades incluye todos los tipos de empresa como televisión, sobre todo por
el papel que juegan en la financiación de la televisión pública, de las 13
empresas que clasifican entre las cinco mil más grandes del país, podemos hacer
la siguiente discriminación:
Empresas con producción y frecuencia. Quiere
decir que tienen canal propio o tienen espacios en concesión en el Canal 1 y,
por tanto, son responsables de su propia programación (Tabla 6). Las que tienen
canal propio son responsables además del flujo.
Tabla 6: Televisión. Programadoras, productoras
y difusoras
Empresa
|
Ventas
(Millones
$)
|
Ventas
(Millones U$)
|
Utilidades
(Millones $)
|
Ventas
(Millones U$)
|
RCN
Televisión
|
464613
|
244.66
|
25113
|
13.22
|
Caracol
Televisión
|
446696
|
235.22
|
22790
|
12.00
|
Teleantioquia
|
28345
|
14.92
|
2431
|
1.28
|
CEETTV
(City Tv)
|
25437
|
13.39
|
-5134
|
-2.70
|
CM&
Televisión
|
19093
|
10.05
|
2516
|
1.32
|
Total
|
984184
|
518.26
|
47776
|
25.15
|
Fuente: Dinero, 2010.
Empresas productoras. Estas suelen producir
para las anteriores y eventualmente para los canales que se ofrecen por las
empresas de televisión cerrada. No son responsables de la programación ni del
flujo (tabla 7).
Tabla 7: Televisión. Empresas productoras
Empresa
|
Ventas (Millones
$)
|
Ventas
(Millones
U$)[4]
|
Utilidades
(Millones $)
|
Utilidades
(Millones U$)
|
RTI
|
51471
|
27.10
|
5384
|
2.83
|
Teleset
|
51250
|
26.98
|
-1384
|
-0.73
|
Foxtelecolombia
|
50010
|
26.33
|
4179
|
2.20
|
Coltevisión
|
28900
|
15.21
|
887
|
0.47
|
Vista
Productions
|
25093
|
13.21
|
690
|
0.36
|
Total
|
206724
|
108.85
|
9756
|
5.13
|
Fuente: Dinero, 2010
Empresas difusoras. Sólo poseen la infraestructura, no son
responsables de la producción, ni de la distribución ni del flujo. Tienen la
obligación de producir y programar un canal propio dentro de la oferta,
especialmente informativo (tabla 8).
Tabla 8: Principales operadores de televisión
por suscripción y usuarios a septiembre de 2009
Operador
|
Suscriptores
|
Participación
%
|
Telmex
Hogar
|
1.704.886
|
54.64
|
UNE-EPM
Telecomunicaciones S.A. ESP
|
739.260
|
23.69
|
Cable
Unión de occidente S.A.
|
149.033
|
4.78
|
Directv
Colombia
|
214.830
|
6.89
|
Colombia
Telecomunicaciones ESP
|
132.808
|
4.26
|
Cable
Bello Televisión Ltda.
|
39.241
|
1.26
|
Cablevista
S.A.
|
24.992
|
0.80
|
Supercable
Telecomunicaciones S.A.
|
19.558
|
0.63
|
HV
Televisión Ltda.
|
18.493
|
0.59
|
Codisert
Ltda.
|
8.881
|
0.28
|
Subtotal
10 mayores operadores
|
3.051.982
|
97.82
|
Otros
operadores
|
68.001
|
2.18
|
Total
|
3.119.983
|
100.00
|
Fuente: Cntv, 2009, pp. 28-29.
Tabla 9: Televisión. Empresas difusoras
Empresa
|
Ventas
(Millones $)
|
Ventas
(Millones
U$)
|
Utilidades
(Millones $)
|
Utilidades
(Millones U$)
|
Direct Tv
Colombia
|
116686
|
61.44
|
-42056
|
–22.14
|
Cable
Unión Occidente
|
53691
|
28.27
|
145
|
0.80
|
Supercable
Telecomunic.
|
17551
|
9.24
|
-3178
|
–1.67
|
Total*
|
187928
|
98.96
|
–45089
|
–23.74
|
Fuente: Dinero, 2010
Como se puede ver en cifras (tablas 6, 7 y 9),
el negocio de la televisión en términos de producción y programación no es lo
más rentable. Sumadas las ventas de todos los operadores aquí registrados
alcanzan alrededor de un billón 300 mil millones de pesos (684.5 millones de
dólares) en el año 2009, lo cual no alcanza a ser sino aproximadamente el 0.3%
del PIB del país. Desde luego que el grueso de la facturación está en los
grandes operadores de televisión por cable que, como se ve, son Telmex, Telefónica,
Une-Epm y Etb, pero entonces su negocio son las redes, la infraestructura y por
eso existen primero que todo como empresas de telecomunicaciones (Tabla 8).
En cuanto a la televisión pública, existen
cuatro modalidades de financiación universales que son el canon, el presupuesto
público, la publicidad y la tarifación. En Colombia esta se financia, por ley,
de las siguientes fuentes:
La televisión abierta: de estos operadores se
obtienen el valor de la concesión, desde luego por una sola vez, y el 1.5% de
los ingresos brutos como ingreso permanente. Esta es la única fuente
verificable y calculable. Según las cifras vistas aquí, los tres canales
privados suman ingresos en 2009 por aproximadamente 950 mil millones de pesos
(500.3 millones de dólares), lo cual significa ingresos para la Tv pública de
unos 13500 millones de pesos (U$ 7.1 millones).
La televisión cerrada. De aquí se obtienen el
valor de la concesión o derecho de entrada y el 10% de los ingresos brutos por
las suscripciones así como el 10 por ciento de la facturación por publicidad
del canal propio que debe programar cada concesionario. Con las cifras que
tenemos en la tabla 1 y con la facturación de Telmex Hogar en 2008 la única cifra cierta que tenemos son los 615177
millones que facturó por sus más de 1700000 afiliados, más los 187.928 de los
restantes operadores, es decir, cerca de 800 mil millones (U$ 423.2 millones) (Dinero,
Mayo 29 de 2009).
Calculando proporcionalmente, si en 2008 Une-Epm
tenía 739.260 suscriptores de televisión cerrada, Direct Tv (Etb) 214.830
y Colombia telecomunicaciones
(Telefónica) 132.808, estamos hablando de casi 1.100.000 suscriptores entre los
otros tres operadores, lo que significaría una facturación aproximada de 390
mil millones de pesos (U$ 205.3 millones). En total estaríamos llegando a una
suma cercana a un billón 200 mil millones ($ 631.9 millones). En consciencia,
deberían pagar a la Cntv unos 120 mil millones (U$ 63.2 millones).
La televisión comunitaria: El 7% que debería
recibir por los pagos de los afiliados de los canales comunitarios es casi
imposible de calcular. Con la cantidad de canales comunitarios existentes, casi
700, los que como mínimo debían tener 200 afiliados, estaríamos hablando de por
lo menos 100 mil afiliados. Pero ya vimos que el promedio de afiliados es de 15
mil o más, o sea más de siete millones de afiliados, lo cual convertiría a esta
modalidad de televisión en la principal fuente de financiación de la televisión
pública. Sin embargo, la precariedad económica en que sobreviven, en algunos
casos, y en otros el hecho de ser realmente negocios particulares, les impide
reportar la cantidad real de afiliados para la evadir estos pagos. Esta es más
o menos la regla.
Si la televisión pública se compone de tres
canales nacionales y ocho canales regionales, quiere decir que con la cuarta
parte de los ingresos de uno sólo de los canales privados tenemos que hacer
funcionar 11 canales públicos. ¿Habrá alguna posibilidad de competir?
En efecto, en Colombia hay más de 600 concesionarios de radios
comunitarias. La financiación de éstas es un completo misterio, pues cada
concesionario parece ser un empresario, un gestor o lo que sea pero no está
claro en ningún registro estatal cuántos son los ingresos y de dónde provienen.
En cuanto a las radios de interés público, no está cuantificado tampoco el
valor total de los presupuestos asignados a cada emisora por la institución que
usufructúa la concesión. En el caso de las radios universitarias, tampoco hay
todavía un ente que haya desagregado en el presupuesto de las universidades lo
asignado a las emisoras y mucho menos cuánto suman estos presupuestos juntos.
Así las cosas, nos quedan solamente las
cuentas de las empresas dedicadas a la radio comercial. En este caso, hay un
número cercano a 200 concesionarios, de los cuales sólo los más grandes, esto
es, unos 42 reportan estados financieros a la Superintendencia de Sociedades.
El monto de los ingresos de estos 42 operadores es una tarea pendiente. De
estos, sólo tienen información pública los tres más grandes ya mencionados, por
cuanto se clasifican entre las cinco mil empresas más grandes de Colombia. Es
decir, entre las cinco mil empresas sólo hay tres radiales y sólo dos entre las
primeras mil, medidas por sus ingresos: Caracol Radio que facturó 140 mil 682
millones (U$ 74.1 millones), Rcn Radio que facturó 140 mil 408 millones (U$
73.9 millones) y muy lejos de las anteriores, Organización Radial Olímpica que
facturó 34 mil 663 millones (U$ 18.2 millones) en 2009, una cuarta de la
facturación de las anteriores (Dinero, 2010).
Tabla 10: Empresas de radio
Empresa
|
Ventas
(Millones
$)
|
Ventas
(Millones
U$)
|
Caracol
Radio
|
140682
|
74.10
|
Rcn Radio
|
140408
|
73.90
|
Organización
Radial Olímpica
|
34663
|
18.20
|
Total
|
315753
|
166.20
|
Fuente: Dinero, 2010
En cuanto a las utilidades, las 42 empresas
radiales que reportaron a la Supersociedades en 2009, sumaron ganancias por 59
mil 62 millones; pero de esas utilidades, sólo tres empresas (Rcn, Caracol y Radio Continental) se quedaron con
53 mil 721 millones ($ 28.3 millones), o sea el 91 por ciento de las ganancias
(Supersociedades, 2010). No es necesario hacer comentarios adicionales sobre la
situación oligopólica del mercado de la radio en Colombia. No hay manera por
ahora de cuantificar su contribución al PIB en cuanto no se conozcan sus ventas
totales.
En cuanto al cine, sólo diremos por ahora, que
para ver la magnitud del mercado es necesario hacerlo comparativamente con un
mercado similar en población como España (Tabla 11).
Tabla 11. España y Colombia: mercado del cine,
2008.
Mercado
|
España
|
Colombia
|
Estrenos locales
|
173
|
14
|
Pantallas
|
4140
|
472
|
Espectadores
|
107.600.000
|
21.500.000
|
Recaudación
|
U$ 895.000.000
|
21.500.000
|
Fuente. Tomado de Getino, 2009.
El mercado alfabético, como se trató de
explicar al principio, depende críticamente de la educación formal, de la
alfabetización de la población y de sus niveles de logro académico, por lo
menos en lo que respecta a las posibilidades. Quiere decir, la alfabetización
de la población crea la posibilidad pero no garantiza un gran mercado; pero el
analfabetismo sí niego toda posibilidad de mercado a dicha cultura, pues no
habrá consumidores competentes. Este mercado, entonces tiene que ser creado ex
profeso, no preexiste a ninguna política.
Lo que se puede ver es la misma tendencia que
en todos los indicadores del mercado alfabético: en España tenemos
aproximadamente un diario por cada 226 mil habitantes y en una comunidad como
Andalucía, que tiene 40 diarios para 8.4 millones de habitantes, la proporción
sería de un diario por cada 210 mil habitantes. En Colombia, esa misma
proporción sería de uno por casi un millón de habitantes (978.000 exactamente)[5].
Tabla 12. España y Colombia: diarios y
circulación (2007).
España
|
Circulación
|
Colombia
|
Circulación
|
199 diarios
|
46 diarios
|
||
El País
|
560.000
|
El Tiempo
|
281.000
|
El Mundo
|
443.000
|
El Espectador
|
142.000
|
ABC
|
307.000
|
El Colombiano
|
110.000
|
El País
|
89.000
|
||
El Heraldo
|
79.000
|
||
La República
|
55.000
|
||
Vanguardia Liberal
|
50.000
|
||
El Universal
|
32.000
|
||
La Patria
|
22.000
|
||
1.310.000
|
Total
|
860.000
|
Fuente. Elaboración propia con base en www.prensaescrita.com; www.infoamerica.com;
http://midiablogencastellano.wordpress.com.
Pero lo realmente importante para el mercado
alfabético son las cifras de circulación, en este caso, de los tres primeros
diarios de cada país (Tabla 12). En este sentido, los de España superan en una
proporción de tres a uno a los de Colombia. Nos fijamos en estos tres porque
son los que responden al diario tradicional que consume el lector alfabetizado,
es decir, editado en papel, que se vende y que tiene información general.
Pero al lado de este bloque que podríamos
llamar el núcleo duro de la oferta y la demanda del mercado mediático impreso,
tenemos un número de lectores complementarios que desbordan las comparaciones,
ya que no se pueden juzgar con el mismo criterio, pues en el caso de Colombia,
aun sumando los 10 primeros diarios no alcanzan sino las dos terceras
partes de la circulación de los tres
primeros de España. Esto es nos plantea por lo menos una asociación con las
cifras de alfabetización y educación formal que hemos mostrado en otra parte
(Narváez, 2010b).
Pero donde mejor se puede medir el mercado
alfabético es en la edición y venta de libros. No sólo por la cantidad sino por
las características culturales. Tres son los indicadores cuantitativos que nos
describen el mercado: la edición de títulos, el tiraje o número de ejemplares y
las ventas internas en unidades (Tabla 13).
Tabla 13. Mercado del libro en Colombia
2007-2009
Año
|
2007
|
2008
|
2009
|
Total
títulos editados
|
10.149
|
11.749
|
11.389
|
Producción
total de ejemplares
|
29.574.946
|
32.603.131
|
30.336.833
|
Total
ejemplares vendidos en mercado nacional
|
21.852.981
|
24.274.591
|
25.460.559
|
Continuando con la lógica comparativa, según
la Federación de Gremios Editores de España (fgee, 2009), en el año 2008 se
editaron en ese país 70.520 títulos, casi 200 al día, con un tiraje de casi 358
millones de ejemplares. O sea que se editaron en España un poco más de seis
veces los libros que se editaron en Colombia, pero el tiraje total es once
veces superior.
Los ejemplares vendidos en el mercado interior
de España en 2007 fueron 250.860.500 (fgee, 2009). Como se puede ver, una cifra
12 veces superior, lo que implica más de cinco libros por habitante en España y
medio libro por habitante en Colombia. En síntesis, España tiene un mercado
alfabético 10 u 11 veces superior al de Colombia, teniendo la misma población y
la misma lengua. En términos de valor, 236 millones de dólares en Colombia (Camlibro,
2009) frente a 3.123 millones de euros (U$ 4.059 millones) en España (fgee, 2009).
¿Qué se puede agregar frente a esto? Pues que
el consumo cultural en España es al menos más variado que en Colombia, si
consideramos que, aunque el 43% de los españoles no son lectores, el 41% sí son
lectores frecuentes, es decir, que leen libros en su tiempo libre al menos una
o dos veces por semana (fgee, 2009). Aunque no hay datos exactamente
comparables, esto se puede reflejar en que en Colombia el promedio de lectura
es de dos libros per cápita al año, mientras en España es de ocho (Cfr. Rey,
2009, p. 246). Desde el punto de vista de la caracterización cultural, lo que
queda para la discusión es que la mayoría de los libros editados y vendidos son
de narrativa que no es en principio una característica de la cultura alfabética
sino de la tradición oral.
Una situación de expansión informativa
mediática como la actual no conduce necesariamente a una igualación sino a una brecha
del conocimiento, de acuerdo con la cual
[…] cuando aumenta la circulación de
información en un sistema social, los más instruidos y/o aquellos que tienen un
status socioeconómico superior serán capaces de asimilar mejor la información
que las personas menos instruidas y/o con status más bajos. Con ello, el
aumento de la información da lugar a un mayor distanciamiento en el
conocimiento en vez de disminuirlo (Mcquail y Windahl, 1997, p.148).
La paradoja no es menor ni es gratuita: a
mayor información mayor desigualdad en el conocimiento. Si no es el estatus,
por las prácticas de vida, el que permite aprovechar la información, para los
sectores subalternos la escolaridad es la única posibilidad de reducir la
brecha de conocimiento.
El efecto, sin embargo, no se queda ahí, pues
esta brecha de conocimiento se revierte en lo que se ha llamado el efecto de
dependencia consistente en que “La audiencia variará internamente de acuerdo
con la dependencia de los medios. Los grupos de la élite social tendrán canales
alternativos, y también puede ser que alguna minoría no de élite también los
tenga” (Mcquail y Windahl, 1997, p.139). Es decir, los grupos con mayor capital
cultural acumulado dependen menos de la información mediática, puesto que
requieren y obtienen información especializada. Así mismo, los grupos
subordinados con mayor cohesión o tradición pueden ser menos dependientes en la
medida en que mantienen más redes de comunicación no institucionales, como
ocurre a menudo con los grupos políticos y sindicales y con las comunidades
indígenas.
En consecuencia, la abundancia de medios no
es, en una sociedad no alfabetizada, sinónimo de democracia, sino más bien de
lo contrario, de dependencia mediática y, por tanto, de dependencia política.
Si la televisión es la que tiene, junto con la
radio, el cuasi monopolio del relato de la nación y si los estratos más
desfavorecidos de la población, que son la mayoría, no consumen ningún otro
medio, esto quiere decir que el concepto básico de nación se está haciendo
desde la TV. Pero si miramos quienes cuasi monopolizan la audiencia,
encontramos que no son ni el Estado ni mucho menos los grupos alternativos,
comunitarios o como quieran llamarse sino, de lejos, las empresas privadas
tanto de televisión como de radio, nacionales y extranjeras. En consecuencia,
el relato de la nación es un relato que no alcanza a ser siquiera oficial sino
mucho menos que eso: empresarial. Ello significa, en rigor, que la esfera
pública no existe y que la educación mediática no se dirige a los ciudadanos
sino a los consumidores; por tanto, no es tan importante la nación como el
mercado. Desde luego, esto hace legítimo el discurso anti-estatal y
privatizador, como corresponde a los intereses del capital.
El concepto de Esfera Pública en la que los
particulares discuten asuntos públicos, distintos a sus asuntos privados
(Habermas, 1999), pierde aquí su contenido democrático, pues en rigor los
medios privados han llevado la discusión al mero reclamo publicitario
(publicidad comercial) o a la mera propaganda política (Habermas, 1994). En
efecto, si son la televisión y la radio las únicas fuentes de información para
los estratos económicamente más pobres (que son más del 83 por ciento de la
población), quiere decir que la esfera pública se reduce a aquellos que sí
consumen otros medios en casi igual medida que la radio y la televisión, como
ocurre con el alto consumo de cine, internet y
revistas independientes en los estratos altos. Las diferencias entre los
estratos altos y bajos en cuanto hace al consumo de internet y otros medios
distintos a la radio y la televisión está mostrando que, al contrario de lo que
piensan los tecno-utopistas, la esfera pública no se está ampliando sino que se
está cerrando y estratificando y va quedando reducida a los fragmentos más
privilegiados de la sociedad, es decir, al 16 por ciento de la población que es
la que está ubicada en los estratos 4, 5 y 6, pues son ellos los que disponen
de alternativas informativas distintas a la radio y la televisión, las cuales,
aunque son casi unánimes desde el punto de vista político, por lo menos no son
uni-empresariales.
Así que en Colombia los consumos mediáticos
que igualan son los de televisión y radio, y los que estratifican y segregan
son los de revistas independientes, internet y cine. De esta manera que se
juntan dependencia mediática (acceso a un solo tipo de medio), dependencia
política (un solo relato de nación) y dependencia empresarial (un solo relato
corporativo) en detrimento de la esfera pública y, por tanto, del concepto de nación.
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[1] http://www.indexmundi.com/es/colombia/producto_interno_bruto_(pib).html
(Consulta: 2012-06-02).
[2] Bourdieu (2000, p.
162): “Los gustos, entendidos como el conjunto de prácticas y propiedades de
una persona o de un grupo, son producto de un encuentro (de una armonía
preestablecida) entre bienes y un gusto (sic).”
[3] “Las audiencias
de los medios se midieron así: televisión: espectadores/día, radio:
oyentes/día, revistas independientes y de prensa: lectores/período de
publicación, prensa, Internet: usuarios/día y cine: espectadores/semana” (Cntv,
2010b).
[4] Tasa promedio de 1899
pesos colombianos por dólar en 2010.
* Aquí no aparecen los
datos de Telmex Hogar, que tiene más de 1.700.000 abonados y facturó en 2008
más de 600 mil millones de pesos; el año 2009 parece haber consolidado esa
facturación con Telmex Colombia; Tampoco aparecen los de Une-Epm,
con algo más de 700.000, ni los de Telefónica Colombia porque aparecen como
agregados a los de telefonía e internet en las empresas de telecomunicaciones.
[5] Es importante aclarar
que las cifras aquí registradas hablan de tirajes diarios reportados por los
propios periódicos y no de la circulación efectiva entre el público que siempre
es un poco menor; esta circulación está especificada en los datos de los
diarios españoles, pero no lo está en los de los colombianos. En consecuencia,
para poder tener cifras comparables se toman los datos del tiraje en ambos
casos.